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Mónica Del Valle

¿Te gusta lo que miras en el espejo?


Imagina que estás en tu casa y de pronto te topas con un gran espejo; uno en el que te puedes mirar de cuerpo entero. Te paras, miras tu reflejo ¿y qué pasa? ¿Te gusta o no te gusta lo que estás viendo?

El que te gustes es un asunto complicado. Nos han inculcado una cultura de que gustarse a una misma es vanidad, que sólo las personas egocéntricas pueden admirarse y que no está bien encontrarse hermosa.

Y entonces tratamos de encontrar algún defecto en nuestra imagen: que si un granito, que si algunos kilos demás, que si tienes demasiado, o muy poco, de esto o aquello, en fin. Todo por darle gusto a la sociedad, la cual por otra parte, insiste en vendernos la fórmula para vernos siempre perfectas ¿qué contradicción, no?

Y si no te gustas…pues la cosa también se complica. Por una parte, también defraudamos a esa sociedad que nos vende el concepto de estar bien a toda costa, ser eternamente felices y aparentar el éxito aunque aún no lo alcancemos.

Y por el otro, y aquí de verdad sí es grave, nos fallamos a nosotras mismas. El hecho de que no te gustes tiene un contexto mucho más profundo de lo que podrías pensar. ¿Qué pasa si te detestas, si no te gustas y te rechazas? Piensa cómo te sentirías si tuvieras que vivir con alguien a quien no soportas (si gustas, lo puedes personalizar con alguien que te caiga mal, para un mayor efecto).

Sólo de pensarlo, de seguro hasta te dieron escalofríos ¿verdad? Bueno, eso es el equivalente de no quererte, de rechazarte. Porque, a menos de que pudieras hacer un desdoblamiento del alma y salir de tu cuerpo, no vas a tener más opción que convivir contigo misma.

¿Por qué no me quiero?

Tendría que platicar contigo para poder ayudarte a descubrir tu razón específica, pero te daré algunas de las más comunes.

1.- Por miedo al egoísmo

Como ya lo mencioné arriba, desde pequeñas hemos escuchado frases como “No es correcto hablar bien de uno mismo” o “las personas egoístas ponen sus necesidades en primer lugar, antes que las de los demás”. ¿te suena conocido?

Y como no queremos ser egoístas, porque eso no está bien visto por tu núcleo social, entonces antepones los gustos y necesidades de los demás por encima de ti. Sin embargo, no olvides que para dar amor a los demás, primero tienes que amarte; quien está vacía por dentro no tiene nada que ofrecer a los demás. [1]

Y lo mismo aplica para el hecho de aceptarte. A muchas personas les cuesta reconocer que tienen unos ojos espectaculares, una sonrisa divina o un cuerpo bien formado. Creen que hacerlo las convertiría en vanidosas, que es una derivación del egoísmo, y por eso insisten en encontrar defectos, llegando al grado de distorsionar su reflejo en el espejo. Lo que otras personas encuentran bonito, para ellas es horrible, o al menos muy común.

2.- Por falsa modestia

Este punto bien podría ser consecuencia del anterior.

–¡Qué bonitos ojos tienes! –te dicen

–¡Cómo crees, si son de color agua puerca! Bonitos los tuyos –contestas apenada por el halago.

Y a fuerza de repetir tus “defectos” terminas creyéndotelos y no gustándote cuando te miras al espejo. La razón es la misma que el punto anterior: aceptar los halagos puede hacer que te veas vanidosa, presumida. Y es por esto que nos enseñan a minimizar nuestras virtudes y ensalzar las de los demás.

3.- Autoestima baja

Quizás de niña nunca escuchaste un “qué bonita estás”, “qué inteligente eres” “tú puedes”, y creciste con una baja percepción de ti misma.

Es probable que hayas crecido con descalificaciones, ya sea por tu forma de ser, de vestir o de tus características físicas. Hay familias en las que ser diferentes del resto es motivo de discriminación, y esto genera un sentimiento de inferioridad e imperfección en quien recibe dichas descalificaciones.

Y no es para menos. Si recibes ese trato de tu propia familia, que se supone que son los que más te quieren, es porque algo está mal. Y es cuando tu mente, para justificar esa falta de amor, decide validar esos juicios negativos, y empiezas a rechazar tu propia imagen.

Por ahora, vamos a dejarlo hasta aquí. En la próxima entrada veremos cómo puedes revertir esta falta de amor por ti misma.

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