En unos días celebraremos Halloween, una fiesta de origen celta, en la que, de manera muy parecida a nuestros Días de Muertos, el mundo de los vivos y el sobrenatural se mezclan.
Desde siempre al ser humano le ha intrigado la muerte ¿Qué pasa cuando morimos? ¿Aquí termina todo o hay algo más allá?
También le tememos a lo desconocido y nuestra imaginación nos hace jugarretas junto con las sombras de la oscuridad. De ahí han surgido un sinfín de historias, relatos y personajes que sirven para atemorizar al inconsciente colectivo. La bruja, el vampiro, el hombre lobo atemorizaron a las generaciones anteriores a modo de una moderna fábula, y continúan robándonos el sueño ante la lectura de un buen libro o haber visto una excelente película.
Sin embargo, muchas de estas historias son más bien una metáfora, magistralmente representada, de algún miedo interior, como la novela de Marie Sheley, "Frankestein o el moderno Prometeo", en donde la autora retrata cómo se sentía respecto a sí misma y su propia vida, así como en sus relaciones familiares y sociales.
Y justo es en nuestros sentimientos, pensamientos y emociones donde se gestan nuestros demonios internos, esos pensamientos que nos atormentan de alguna u otra manera. Puede ser en forma de remordimiento por haber hecho algo que nos hace sentir mal, o bien, por no haber tenido el valor de hacer algo; o quizás tome forma de descalificación, tipo “tú no pudes”, “no eres suficiente” o “no tienes la capacidad de”.
No quiero poner en duda la palabra de las personas que dicen haberse topado con un ser sobrenatural, llámese fantasma, bruja o chupacabras. Pero muchas veces nuestras creencias y pensamientos crean nuestra realidad. Si vivimos atormentados por la culpa, la vergüenza e incluso el miedo, vamos a ser más propensos a creer ver algo que, en realidad, no está ahí.
De hecho, la principal razón por la que nos gusta ver las películas de terror es porque deseamos entender, de forma segura, nuestros propios temores, e incluso, los de la sociedad en su conjunto. Es muy curioso cómo los temas de estas películas son muy parecidos según la época en que se estrenaron dichas películas. Por ejemplo, durante la época de la guerra fría, los monstruos o los peligros siempre venían de los malvados rusos, en el caso de Hollywood, en específico. La gente vivía atemorizada por la posibilidad de un ataque enemigo, pero como ignoraban la forma en que podría darse, lo reflejaban en forma de monstruo.
Otro ejemplo, es Godzilla. Al respecto, Gustavo Valle, novelista y sociólogo venezolano, nos dice "Godzilla fue un monstruo terapéutico: desde la ficción ayudó al pueblo japonés a asumir el trauma de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Fue una metáfora brutal de la devastación y una forma distinta de convivir con el paisaje desolado de las ciudades en ruinas".
Así que, ya sabes, cuando una película o un libro te cause demasiado terror, pregúntate cuál de tus miedos está ahí representado.
El miedo, a pesar de que aparenta lo contrario, no es nuestro enemigo, sino todo lo contrario. El miedo nos aleja del peligro y nos mantiene con vida. Lo importante es no permitir que paralice nuestra vida y aprende a escuchar el mensaje que nos trae.
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