Imagina que estás en tu oficina. Tu bandeja de entrada está llena de correos sin contestar, bastantes post-its alrededor de tu computadora te recuerdan las tareas pendientes, estás trabajando simultáneamente en la presentación que tienes que hacer hoy en la tarde y en documento en word que le debiste entregar ayer a tu cliente. En ese momento entra Juan, tu jefe y te pide si le puedes ayudar con la lista de los proveedores ¡Y tú le respondes que sí!
Para muchas personas les es casi imposible decir que no, aún y cuando, de verdad, no puedan con una tarea más. Y es que pareciera que estamos programados para decir sí. No importa qué tan razonable o descabellada sea esa petición, nuestro cerebro acepta de inmediato, sin ponerse a reflexionar el tiempo que nos va a tomar cumplir esa petición o la tarea que tendremos que posponer para darle tiempo a este nuevo compromiso.
Y es hasta entonces, cuando ya dimensionamos en el lío en el que nos hemos metido, que empezamos a despotricar contra todo mundo, empezando por el “culpable” que nos pidió el favor, hasta llegar a la empresa para la que trabajamos, que son unos explotadores.
Y es que es más fácil repartir culpas que aceptar que nosotros somos los responsables, en gran medida, de estar sobrecargados de trabajo por no saber decir que no. Y lo peor vendrá cuando, al no poder cumplir a tiempo con el encargo, tu jefe te pregunte que por qué no le dijiste que no, si sabías que te iba a ser imposible cumplir ¿y qué puedes contestar a eso?
Y conste que no estoy diciendo que a partir de ahora vayas negándote a todo. Siento decirte que a veces tendrás que decir que sí a cosas que te van a complicar la agenda o tus gustos, pero serán los menos. Habrá veces que dar un NO rotundo sea contraproducente, por lo que también deberás evaluar objetivamente, y antes de responder, si lo que te están pidiendo está fuera de tu alcance o no, y explicar las razones de tu negativa.
En estos casos te recomiendo ganar un poco de tiempo para ni comprometerte con algo imposible de hacer ni verte tajante. Un “déjame que lo mire y te digo”. Esta frase es de gran utilidad, ya que, por una parte, no te estás comprometiendo a nada, pero por otra, no te hace ver como alguien conflictivo. Quedarás como alguien profesional, con deseos de cooperar, y que sabe tomar decisiones.
Al final tienes todas las de ganar, al margen de tu respuesta. Incluso si ésta es negativa, y la presentas con argumentos, la persona no se sentirá rechazada y lo entenderá.
Puede darse el caso de que, antes de dar un NO definitivo, busques un sí negociado o condicionado.”Sí lo haré, pero déjame terminar un par de tareas prioritarias que me urge sacar” o “sí, pero te lo tendría dentro de tres días; para hoy es imposible”. De esta manera dejas en claro que tú tienes disposición de cooperar pero pides que la otra persona se adapte a tus circunstancias.
En resumen, apaga el modo automático del sí. Eso va a traer mucha paz a tu vida y va a hacer que te sientas mejor contigo misma.
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