Y con esto llegamos al quinto y último arrepentimiento que Bronnie Ware, una enfermera de cuidados paliativos, recopiló en su libro “Los cinco arrepentimientos más habituales de los moribundos”, plasmando en él, lo que sus pacientes lamentaban no haber hecho en su vida, ahora que estaban en su lecho de muerte. Toca el turno a:
5.- Ojalá y me hubiera dado permiso de ser más feliz
Aquí, el miedo juega un papel fundamental. Miedo al rechazo, miedo al ridículo, al qué dirán.
Si recuerdas cuando eras niña o niño, según sea tu caso, no pensabas si tus acciones eran ridículas o no. Y quizás a veces sentías cierta pena a hacer algo, especialmente frente a los adultos, pero te animabas a brincar como chapulín, saltar en los charcos o hacer caras graciosas, sin que te detuvieras a pensar qué iban a decir los demás.
Conforme crecemos y vamos “madurando”, por llamarlo de alguna manera, sentimos que debemos ser serios, ya que eso se espera de una persona adulta, y dejamos de correr, de reír, de saltar.
Hay un poema, Instantes, que refleja muy bien lo que te quiero decir. Falsamente se le ha atribuido a Jorge Luis Borges. No entraremos en detalles literarios de por qué no puede ser de Borges. Lo importante es el mensaje.
INSTANTES
Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido,
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido,
comería más helados y menos habas,
tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata
y prolíficamente cada minuto de su vida;
claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría
de tener solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida,
sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca
iban a ninguna parte sin un termómetro,
una bolsa de agua caliente,
un paraguas y un paracaídas;
si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera
y seguiría descalzo hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres,
y jugaría con más niños,
si tuviera otra vez vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años…
y sé que me estoy muriendo.