Un hombre, después de un tiempo de seguir a un maestro, siente que ha estado perdiendo el tiempo y va con él para decirle su sentir.
– Maestro, después de seis meses a su lado, siento que no he aprendido nada.
– ¿Así que no has aprendido nada? – pregunta intrigado el maestro. –¿Has visto cómo los hipopótamos del lago hacen su ritual de apareo mientras nosotros hacemos los ejercicios de yoga?
– Sí, maestro.
– ¿Y has escuchado cómo croan las ranas cuando yo les estoy transmitiendo mis aprendizajes?
– Sí, maestro – responde el hombre intentando adivinar la enseñanza del maestro.
– ¿Y has visto cómo el sol parece que se esconde detrás de los campos de trigo al caer la tarde?
– Sí, maestro – exclama el hombre al borde de las lágrimas por tan profunda enseñanza.
– Por eso no has aprendido nada. Si te la has pasado poniendo atención en todas esas tonterías.
Más allá del chiste, reflexiona ¿En dónde pones tu atención? Cuando estás con tu familia, ¿piensas en los problemas de tu trabajo, o viceversa, cuando trabajas se te va la mente pensando en los problemas de casa?
Debemos estar bien presentes en cada actividad que realices y disfrutarla al máximo. Y quizás no te resulte tan fácil hacerlo, pero al menos inténtalo.
Vamos a suponer que peleaste con tu pareja antes de salir a trabajar. Llegas a tu oficina con sus palabras en la mente e intentas concentrarte en el reporte que debes entregar, sin embargo, después de dos páginas de estar leyendo, te das cuenta que no has entendido nada porque tu mente está en tu casa.
Lo mejor que puedes hacer en estos casos es darte 15 minutos para relajarte. Quizás hasta hacer una llamada a tu pareja, no para pelear ni para seguir la discusión, sino para acordar que hablarán más tarde. Esto en tu cerebro servirá como un cierre, aunque sea momentáneo, y podrás ponerlo en pausa en tu mente. Con seguridad tendrás que cerrar los ojos un momento y hacer algunas cuantas respiraciones, y una vez que estés más calmada, y con el problema puesto a un lado, ahora sí enfocarte en lo que es importante, al menos en ese momento.
Enfócate en el momento que estás viviendo. Si estás platicando con los amigos, no revises el celular cada cinco minutos; si estás leyendo un libro o viendo una película, sumérgete en la historia, en los personajes y si quieres, hasta en la actuación, pero no estés buscando la falla o lo que no te suene lógico.
Y lo mismo pasa cuando estés comiendo. Disfruta cada bocado; goza con los olores, los sabores, las texturas, e incluso, con la compañía. No te distraigas con nada, pero sobretodo, que tu cerebro sienta el momento placentero, que es comer, sin que te esté atacando con pensamientos sobre grasas, kilos y calorías. Eso te va a generar mucho estrés, y como ya lo hemos visto, el estrés engorda, no importa que sólo estés comiendo una lechuga.
Esto lo podrás ver más a profundidad en mi clase maestra Comida Espejo del Alma, en la que descubrirás cómo relacionarte de una forma más amigable con la comida y ver cómo, comer en consciencia y tranquilidad, te ayudarán a regular tu peso. Haz click aquí para que veas de qué se trata.