“¿Cambiar? ¡Ja! A mí ni me digas que puedo cambiar… ¿cómo crees? yo ya soy quien soy, y no hay manera de que cambie. Así he sido desde chica, así la verdad yo ya no estoy para cambios”. A ver… ¿De verdad crees que es así el asunto?
Nuestra personalidad se empieza a formar desde que somos chiquitines, a partir de experiencias y de procesos mentales. Pero nuestra personalidad no es algo rígido y definido. Nuestra personalidad es un proceso dinámico y eso es lo que nos permite cambiar cuando de verdad, claro, de verdad queremos hacerlo.
Una vez más me apoyo en lo que dice el médico español Mario Alonso Puig, al respecto de que es bien importante considerar que si la personalidad es un proceso dinámico, entonces tienen que haber ciertas fuerzas que la van creando… y también hay ciertas fuerzas que le dan estabilidad y ciertas fuerzas que la alteran. Hay que estar conscientes de que, como en todo en la vida en donde hay varias fuerzas en juego, necesitamos identificarlas y conocerlas, y entonces, pues sí… vamos a ser capaces de entrar en un proceso de cambio… de cambio personal.
Poco a poco, desde que somos pequeñitos, vamos “dibujando”, por así decirlo, nuestro retrato y así es como vamos construyendo nuestra personalidad… nos vamos identificando con ciertos aspectos, vamos generando una descripción de lo que somos y de lo que no somos, según nosotros… ¿pero qué sucede? Pues que si me veo de cierta manera es probable que mis siguientes conductas y acciones van a tener mucha relación con la forma en que yo me veo y de hecho van a tender a reforzarla… puede ser una especie de círculo vicioso del que no puedo salir… Claro, también eventualmente también podría ser un círculo virtuoso, ya veremos eso.
El proceso empieza, como te digo, cuando somos pequeños, pero en general, esto ocurre de manera automática, inconsciente. La información que nos sirve de referencia para definirnos, la tomamos de todas partes… de nuestra familia, de la gente a nuestro alrededor, del colegio, más adelante del trabajo, de los medios, por supuesto, de la cultura en general. En buena medida definimos lo que somos en función al reflejo que nos dan otros de lo que somos o lo que debemos ser.
Si por ejemplo alguien que para nosotros es importante, o confiable o es una figura de autoridad, si ese alguien nos dice que no somos capaces de hacer algo… es bastante probable que introyectemos ese comentario como una verdad absoluta que define nuestro Ser. Y, ojo, introyectamos esto sin estar conscientes de la importancia que tiene lo que nos digan relativo a lo que somos… a ese verbo SER… ¿por qué? Porque a partir de él construimos nuestra personalidad, esa personalidad que según nosotros nos define de manera inamovible… Ya sabes… “Eres torpe”… “eres muy lenta”… “eres un burro”… “eres malgeniuda”… Y luego “así somos”…
¿Somos capaces de ver que ese retrato que hemos dibujado de nosotros es un mal garabato de lo que somos y de todo lo que podemos ser? No es fácil verlo, porque la descripción que hacemos de nosotros la empezamos a hacer desde etapas bien tempranas de la vida, y nos vamos identificando y apegando de tal manera que después ya no vemos posibilidades de “ser” diferentes.
Y cuando la vida nos presenta con la oportunidad de hacer las cosas de otra forma, tal vez sin que nos demos cuenta de eso… no sé, a través de algo que se nos antoja mucho hacer… y hasta sentimos que nos palpita el corazón, ¿no? ¿te ha pasado?... Entonces, vamos y consultamos ere retrato tieso y vemos si, de acuerdo a esa definición que hemos hecho, vamos a ser capaces de siquiera intentar eso que nos está ilusionando. Y si lo que vemos y escuchamos es una vieja grabación que dice: “¡cómo crees! Ni lo intentes… tú no sirves para eso!” entonces nos vamos a sentir torpes, inadecuados, incapaces. Y claro que ni siquiera lo vamos a intentar. No queremos oír esa voz.
Lo más curioso es que si por circunstancias de la vida o tal vez si alguien intenta cambiar esa imagen que tenemos de nosotros, nos vamos a resistir, nos vamos a defender como gato boca arriba… ¿por qué? Porque ya para estas alturas de la vida, ya nos la creímos… ya compramos esa imagen de nosotros como si estuviera labrada en piedra… No podemos ver que eso es sólo una representación de nosotros… pero que no somos ese retrato… nosotros somos mucho más que un dibujo, mucho más que ese garabato espantoso.
Pero estamos atrapados en esa idea, estamos aferrados a esa idea porque es la que nos define, es lo que nos hace saber, según nosotros, quiénes somos, cuando en realidad nunca nos hemos detenido a cuestionar esas creencias. Como si nos diera miedo que al cambiar esa imagen ya no podamos reconocernos allí… o en una de esas que ya no nos reconozcan a nuestro alrededor y nos dejen de querer. Y ya hemos hablado del miedo atroz que nos da, el simplemente pensar que nos dejen de querer, que nos rechacen… sentimos que nos morimos.
Pero lo que no sabemos es si eso pudiera ocurrir… si nos vamos a reconocer o no nos van a reconocer los otros… o si, por el contrario, al abrirnos a nuevas posibilidades, a otras formas de ser y de estar en el mundo, tal vez empecemos por querernos más nosotros… y al proyectar esa confianza, esa autoestima, lo que vamos a generar sean movimientos de atracción hasta esta persona íntegra y coherente que ahora estamos siendo. ¡Vale la pena intentarlo!