“Cómete otro pozolito, gordito” , “esa niña está más flaca que una calaca” “es más feo que un citatorio del SAT”
¿Cuántas veces hemos escuchado estas frases o algunas similares? Peor aún ¿cuántas veces las hemos dicho? Algunas veces hemos sido hipócritas y lo hemos hecho a espaldas de la persona criticada, pero otras, en aras de que somos bien francos, no nos ha importado decirlas de frente, lastimando a los demás. Hay padres, incluso, que argumentan decírselos a sus hijos “por el bien de ellos, porque si tu mamá (o tu papá) no te lo dice ¿quién va a hacerlo?”
Don Miguel Ruiz, en su libro “Los cuatro acuerdos” dice que debemos ser impecables con nuestras palabras porque son una espada de doble filo; lo mismo sirven para crear el sueño más hermoso o para destruir lo que te rodea. ¿cómo es posible que se las digas a los que más quieres? Y bueno, podrás decir que tú nunca serías capaz de hacerle o decirle un mal a tus seres queridos, pero ¿y a los demás? ¿qué necesidad tienes de rebajar a los demás? Aparte, déjame contarte que los que te rodean nunca van a estar seguros de que no hables mal de ellos, después de todo, si así te expresas de los demás ¿por qué ellos serían la excepción?
Sé impecable con tus palabras y ten un poco de empatía, nunca sabes las razones por la cual dicha persona tiene sobrepeso o por qué tiene problemas con la comida o la bebida. Quizás si lo supieras no serías tan severo.