Vamos a conocer una potente toxina pero que está en nuestras manos evitar que dañe nuestro organismo. Escrito por Marc David, IPE. Traducido y adaptado por Mónica del Valle Pérez.
Uno de los grandes retos nutricionales de nuestros días es aprender a manejar toda la información que escuchamos acerca de diversos alimentos tóxicos, de las toxinas en el aire, el agua y en la gran mayoría de nuestros hogares, igual que en los productos para el cuidado personal y la belleza. Parece que hay mucho que preocuparse, ¿no?
Estoy tan consciente de esto, que voy a hablar de una toxina nutricional que podría sorprendernos porque la tenemos muy cerca… de hecho emana de nosotros.
Esta toxina nos puede afectar de maneras muy poderosas. Interfiere con nuestro pensamiento crítico. Interrumpe la creatividad. Limita nuestro “ancho de banda” intelectual y nuestra comprensión.
Tiene una influencia muy fuerte en nuestros comportamientos alimentarios y puede incluso afectar nuestro comportamiento hacia los demás.
La toxina nutricional de la que estoy hablando es El Juicio.
Me refiero específicamente a la forma en que muchos de nosotros juzgamos las creencias nutricionales y las practicas alimenticias propias o de los demás, sean amigos, familia, desconocidos o las de diversos expertos en nutrición y líderes de opinión.
Si estamos atentos podemos tener la maravillosa oportunidad de ver todos los días los diversos juicios que emitimos al respecto de la nutrición… y aprender de ellos algo sobre nosotros mismos.
Esencialmente, nuestros juicios nutricionales hacia otros suenan así:
No voy a escuchar ni una palabra de lo que dice esa persona, porque come carne.
No voy a escuchar ni una palabra de lo que dice ese experto, porque es vegetariano.
Esa persona no tiene títulos universitarios ni especialización alguna, así que ¿cómo puede saber algo sobre nutrición o salud?
¿Viste que le pone azúcar a su café? Según esto le interesa la buena nutrición. Nunca confiaré en nada de lo que diga de salud o sobre qué comer.
¡Ve cómo está de gorda! Primero que baje de peso antes de atreverse a hablar sobre nutrición y salud.
Mira a esa mujer. Es vieja y no sabe nada. ¿Cómo se atreve a querer decirle algo nutricionalmente útil a una persona joven? ¡Ya pasó su tiempo!
Por Dios… pero si está enfermo de cáncer. O tiene un problema con su sistema inmunológico. ¿Con qué autoridad cree que puede hablar acerca de salud y de curación? No lo voy a escuchar.
Esa persona está a favor de comer más grasa. ¿Cómo puede alguien decir eso? Se ve que no sabe nada… toda la grasa es pésima.
Aboga por comer menos grasa. ¿Cómo se le ocurre? No sabe nada de nada… ¿cómo sin grasa?
Esa persona está en la dieta esa de moda, en la “Paleo”. Claramente es sólo una moda pero que no sirve más que para llamar la atención. No voy a escuchar nada que tenga que ver con esa gente.
Ella come alimentos cocidos, ¡qué bárbara! Comer las cosas 100% crudas es la mejor manera de alimentarse. Obviamente es una persona inferior y es incapaz de tomar un camino nutricional más elevado.
Él sólo come comida cruda, ¿qué le pasa? Es un payaso y sólo quiere llamar la atención... seguro se va a enfermar. No le voy a hacer caso.
Ese dizque experto dijo una cosa que no me checó, no tenía sentido. Seguro que nada de lo que dice es confiable.
Imagino que con estos ejemplos les queda claro el panorama, aunque la lista sigue y sigue.
En nutrición, como en la vida, cuando utilizamos nuestros juicios para detener cualquier conversación, entonces limitamos dramáticamente nuestras posibilidades de aprender, crecer, evolucionar y estar abiertos a información que podría ser realmente importante para nosotros.
Cuando estamos emitiendo juicios, es fácil subirnos a nuestro pedestal y sentirnos justos, buenos e infalibles, y en verdad creemos que tenemos la más alta calidad moral e intelectual para determinar las acciones de los demás. Pero, ¿acaso nunca les sucedió que creían en algo que parecía fuerte, poderoso e irrebatible pero que eventualmente esas creencias de hecho cambiaron – y para mejor? En cualquier conversación, así como en lo que diga cualquier experto, siempre podemos extraer perlas de información, cosas sobre las que vale la pena al menos reflexionar.
Eso es lo que la vida hace a menudo... Nos presenta con esos regalos.
Los seres humanos están rápidamente perdiendo el arte y la ciencia de escuchar con un corazón abierto y una mente receptiva. Con gran rapidez descalificamos a otras personas por todo tipo de razones. Podríamos descartar a otros porque son indigentes o pobres, negros o blancos o con rasgos indígenas, viejos, jóvenes, gordos, flacos, hermosos, feos, ricos, inteligentes, necios, enfermos, intensos, porque son hombres, o mujeres o por su sexualidad o su religión… y la lista es interminable… y sólo porque son diferentes a nosotros.
Si nuestro enfoque sobre la nutrición no tiene Conciencia (con C mayúscula), entonces podríamos considerarla "un poco deficiente". Si nuestro enfoque no tiene Conciencia, digamos que es un enfoque desequilibrado e inadecuado. Un poco demasiado tóxico.
Estar haciendo Juicios no le sirve nadie, menos aún a quien los emite.
Detiene el proceso de exploración. Se deja de descubrir. Deja fuera cualquier posibilidad. Detiene el proceso de cuestionarse y aprender. He sido testigo de alguien que puede decir cien cosas estúpidas o locas, y de pronto decir una cosa que cambia la vida de quien lo escucha.
Así que estas son mis sugerencias para superar esta toxina nutricional:
Date cuenta de cuándo eres de mente cerrada en lo relativo a la salud y la nutrición.
Observa en qué áreas eres rápido para juzgar a los demás.
Percátate de cuando descalificas a la gente, sin ver realmente cuál es el don que tienen para ofrecer.
Fíjate cuándo juzgas a la gente por su manera de comer.
Nota cuándo juzgas a otras personas acerca de su postura acerca de la comida, o de lo que comen.
Adicionalmente, date cuenta de cuándo eres un implacable juez de ti mismo alrededor de estos temas.
Y luego, trata de hacer todo lo posible para eliminar esta toxina nutricional de tu vida.
Esto no significa que no tengas una serie de creencias sólidas y sustentables.
Esto no significa que no puedas indignarte o apasionarte al criticar aquellos alimentos y sustancias que claramente son dañinos para los seres humanos.
Simplemente significa que abrimos nuestra mente en algunos de los lugares donde artificialmente se cierra por nuestros juicios y prejuicios. Nos abrimos a escuchar, nos abrimos a recibir. Podemos o no hacer cambios a partir de eso, pero vale la pena que nos abramos a escuchar sin enjuiciar y sin defendernos.
El resultado será un cerebro más inteligente, un mayor sentido de comunidad, mayor capacidad de descubrimiento y una escucha abierta y atenta con un corazón sincero… tal y como quisiéramos ser escuchados nosotros.
Todo lo cual nos hace seres humanos muchos más saludables y mucho más interesantes y multidimensionales.
¿Alguna vez ha tenido una experiencia donde dejar ir el juicio te hizo sentir más vibrante y saludable? Si es así, ¿qué pasó? ¡Nos encantaría leer sobre tu experiencia! ¡Déjanos un comentario!