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Mónica Del Valle

Y sigo compartiendo mi experiencia


Continuo con la entrada anterior sobre mi experiencia en el Institute for the Psychology of Eating y las GRANDES enseñanzas que ahí recibí…

En febrero o marzo tuve una sesión, como si yo fuera una paciente de Marc David, el director del Instituto. Al principio cuando me inscribí, me preguntaron que de qué quería yo hablar. Quise compartir mi experiencia de haber estado, desde la adolescencia, en unas dietas horripilantes ya que mi mamá (a quien amo y agradezco muchas cosas, pero no esa) no tenía imaginación alguna y sólo proponía pechuga de pollo hervida o asada y calabacitas cocidas. Y huevo duro, guácala. Y estamos hablando de los 70’s, una época en la que ni por asomo había las miles de opciones que ahora hay (aunque resulta que no son tan buenas), a no ser por una cosa espantosa que se llamaba Sucaryl, que dizque servía para endulzar y que sabía amargo a cuan más. Además de que si yo veo mis fotos de aquellos entonces, la verdad es que no estaba tan gorda; un poco panzoncilla, tal vez, pero no gorda. Imagino que mamá quería prevenirme de sufrirla más adelante por heredar su constitución o la de mi abuela. Y claro, para no sufrirla en el futuro, mejor irla pasando mal en mi juventud.

En fin, el chiste es que en mi sesión con Marc yo quería compartir esa experiencia y la frustración de llevar 45 años de mi vida en dietas (todas, “you name it, I’ve done it”) y ratificar que realmente las dietas no funcionan a largo plazo. Y decir que no es cuestión de falta de voluntad, porque ¡vaya si he tenido fuerza de voluntad para hacer por meses todas y cada una de las dietas que han pasado por mis manos! Hablar de falta de fuerza de voluntad o considerarse de carácter débil por no conservar el peso logrado, añade frustración y sentido de minusvalía a la ya de por sí mermada autoestima.

El asunto es más de fondo, eso lo sabía intuitivamente antes de mi formación, y lo fui sabiendo de cierto a partir de lo que estudié, pero necesitaba una orientadita para saber por dónde ir… pues, como suele suceder, es más fácil ver lo de otros que lo de una misma. Entonces a un poco más de la mitad de la formación tuve mi entrevista que fue debidamente videograbada y subida a Youtube.

Además de compartir mi experiencia de hacer dietas desde mi tierna juventud, quería decirle que para mi sorpresa (y frustración) estaba yo subiendo de peso, a razón de un kilo por mes… ¿cómo iba yo a hablar de esto de la psicología de la alimentación si yo misma no sólo no bajaba sino que subía de peso? Ahora que lo reflexiono a la distancia… ¡qué bárbara! ... a pesar de lo visto y estudiado por más de cinco meses, a esas alturas seguía yo empeñada en que la meta era estar flaca para entonces poder compartir lo que estaba aprendiendo. Y a pesar de escuchar que en cada ocasión Marc insiste en que uno coma más despacio y totalmente presente, seguía yo comiendo como si me fueran a quitar el plato en dos minutos y leyendo o incluso contestando correos entre bocado y bocado. ¡Vaya que si los hábitos, los malos sobre todo, son difíciles de erradicar!

Tuve pues mi sesión con Marc David y lo primero que me preguntó fue que si yo tuviera una varita mágica qué pediría. Dejar de estar cansada, dije, y poder regresar a ser talla 9 u 11. Me hizo una serie de preguntas acerca de mi salud, de mi vida, de mis relaciones, de mi vocación, de lo que me apasiona, de mis planes a futuro. Y si bien me recomendó checar el asunto médico de tiroides, diabetes y demás, su recomendación fue, en resumen, que me abriera a una nueva relación con todos los riesgos que ello conlleva y quitando mis prejuicios de que nadie se fijaría en mí si no estaba yo delgada, y que asumiera que así como yo estaba, estaba bien y tenía mucho que dar.

Para el chisme completo, que dura una hora, este es el vínculo al Podcast 31 (en donde está mi sesión): http://psychologyofeating.com/eating-psychology-podcast-episode-31-overweight-for-35-years-what-to-do/

Pasó el tiempo, terminé la formación, y fui a recoger mi diploma a Boulder, Colorado, a lo que fue una especie de último módulo y a vernos (los que pudimos ir) por primera vez con toda esta gente que por varios meses habían sido sólo voces o palabras escritas en papel o por correo. Y puedo decir, para los detractores de la comunicación por Internet, que era fabuloso poder ver a la comunidad que se había creado en FaceBook y que diario teníamos algún tipo de contacto. No digo que diario escribiéramos los 200 del grupo (ajá… 200 personas en el entrenamiento en línea), pero diario había cinco o diez personas compartiendo o preguntando. Y diario había respuesta, a cada quien, de una chica del Instituto llamada Stephanie, que nos acompañó a lo largo del proceso, contestando puntualmente a lo que cada quien subiera al foro comunitario.

Ya en Boulder pude constatar la calidad humana y profesional de los que fueron mis maestros, y pude ver en vivo y a todo color la forma en la que uno puede relacionarse con los demás a partir de la aceptación, de la convivencia de las diferencias, de la inclusión y del amor.

Este otro video es una pequeña muestra de lo que fue ese encuentro y de lo bien que nos la pasamos (por ahí salgo con otras mexicanas y haciendo alguna payasada… dejaría de ser yo)… https://youtu.be/j4riu5C1reE

Puedo decir que tanto lo que me dijo Marc en la sesión (aunque tardó semanas o meses en caer el 20), como la experiencia en Boulder tuvieron un notable efecto en mí: dejé de pelearme con mi cuerpo y con mi peso y acredité mis talentos y mis potencialidades.

Lo más notable y obvio es, precisamente, esta página web que no me hubiera “atrevido” a sacar antes, por temor al qué dirán y a la crítica, y sobre todo por no valorar lo que sé y lo que soy y la pasión que tengo por compartir todo aquello que me toca y me conmueve, en la plenitud en la que lo recibo.

Sé que ahora estoy en un lugar en donde puedo acompañar a los demás en su viaje personal en relación con la comida y con su cuerpo, de la misma forma en que he acompañado por más de catorce años a muchas personas en su viaje personal de transformación, gracias a que yo misma lo estoy haciendo, con convicción, entrega y compromiso. Y con alegría y pasión.

Gracias por leer estas líneas y por compartir conmigo estos momentos.

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