Hay una estadística impresionante sobre las dietas que ha sido muy popular desde alrededor de 1959, cuando se realizó el estudio clínico que reveló este hecho… y que aún nos sorprende: 95% de todas personas que hacen dieta recuperan el peso perdido en el transcurso de un año. Aunque nos gustaría creer que las cosas han cambiado desde 1959, en este caso sólo han empeorado. Actualmente, tenemos cada vez más personas que hacen dieta, (aproximadamente 45 millones personas están a dieta en cualquier día, en los Estados Unidos) y por eso, podemos ver una creciente industria alrededor de las dietas. ¡Y eso es sólo sobre las personas de las que se ha podido llevar un registro!
Una cosa que sabemos con certeza, sin embargo, es que a la mayoría de estas dietas no les interesa la pérdida de peso a largo plazo – porque si así fuera no tendríamos una industria alrededor de las dietas de 33 billones de dólares. Simplemente harían su trabajo y pasaríamos a otra cosa.
Entonces la pregunta que debemos responder es, con tantas dietas diferentes y muchos enfoques diferentes y muchos expertos y libros ¿por qué no estamos perdiendo peso? Resulta que la premisa sobre la que se basa la idea de hacer dieta trabaja directamente contra nuestra biología, psicología y nuestra necesidad innata de placer. Y son estas tres dimensiones las que pueden ayudarnos a entender las tres razones clave por las que no funcionan las dietas.
1 Biológicamente, las dietas disminuyen la pérdida de peso
Parece contra-intuitivo que al hacer nuestro máximo esfuerzo por perder kilos resulta más difícil hacerlo, como si nuestro cuerpo estuviera trabajando en contra de nosotros, pero así es. Esto es porque nuestro cuerpo experimenta el hacer dieta como un factor estresante. Cuando estamos estresados, producimos un alto niveles de cortisol y adrenalina (las hormonas del estrés). Estas hormonas causan que nuestro cuerpo reduzca el ritmo en el que quemamos calorías. Nuestro cuerpo demora de manera intencional nuestros esfuerzos por perder peso, porque percibe nuestra reducida ingesta de calorías como una amenaza a la supervivencia. Y lo que nuestro cuerpo está intentando hacer cada día, durante todo el día, es mantenernos tan vivos y sanos como pueda.
Cuando cortamos demasiado la ingesta calórica, para nuestro cuerpo es como si estuviéramos en una isla desierta con una ración limitada de alimentos y combustibles. Como tenemos miles de años de condicionamiento evolutivo informando a nuestra biología que por nuestro propio bien lo que debemos hacer para subsistir es conservar la grasa, por si acaso vamos a estar en el modo de supervivencia con muy pocas calorías durante mucho tiempo, entonces el cuerpo hace su trabajo para mantenernos con vida.
2 Las dietas no consiguen cambios sostenibles
La mayoría de nosotros podemos cambiar nuestros hábitos alimenticios durante una semana o dos, o a veces hasta un mes o dos, pero con frecuencia los cambios que son producto de la dieta son cambios externos: "come esto y no comas aquello." Por supuesto que es importante lo que comemos, pero si sólo cambiamos el tipo de alimento que ingerimos no necesariamente se crea un cambio duradero a largo plazo, porque es un cambio superficial que no toca las creencias, patrones y comportamientos que tenemos muy arraigados y que son los que, en primer lugar, conforman nuestras opciones habituales de comida y los hábitos de alimentación.
Si una dieta sólo se centra en las opciones de alimentos y no toca al "por qué" o aquello que está en juego para nosotros, seguiremos buscando alimentos que únicamente disminuyen nuestra energía y salud; lo más probable, entonces, será que nos quedamos trabajando sólo en el nivel superficial. Para hacer cambios sostenibles en nuestros hábitos alimenticios, tenemos que explorar por qué comemos, qué hace que comamos en esa forma, por supuesto lo que comemos y también quiénes somos en tanto seres que se alimentan como parte de una función natural.
Los cambios duraderos vienen a partir de hacerlos tanto a nivel externo de opciones alimenticias y conductas alimentarias, así como en el interior, lo que conocemos como la psicología de la alimentación y la nutrición. La mentalidad que traemos a la mesa, toda nuestra historia, consciente o inconscientemente, es la clave de nuestra relación con la comida y el cuerpo.
3 ¡Las dietas no son divertidas ni es placentero estar a dieta!
Todas las dietas tienen un elemento de privación, y a menudo hay una lista de "no-no" al respecto de aquellos alimentos que debemos evitar si queremos ser exitosos. Las dietas restrictivas nos obligan a tener "fuerza de voluntad" y una capacidad de adherirnos estrictamente a las reglas. Pero el problema con esta actitud de restringirnos, con ese “échale ganas”, ¡es que no es divertido! No hay ningún placer ni alegría involucrados en ser cada vez “más saludables” o más “perfectos”. No hay ninguna tranquilidad y relajación en nuestro acto de comer cuando estamos siendo controlados y restringidos alrededor de nuestra comida.
Y cuando estamos en este estado de tensión alrededor de la comida, se crea un ambiente de tensión dentro de nuestro cuerpo. Como se mencionó anteriormente, el estrés provoca un aumento de cortisol y adrenalina, lo cual disminuye nuestro potencial de quemar calorías. Así que estamos creando las condiciones exactas que dificultan la pérdida de peso.
Si no estás dispuesto a disfrutar de lo que comes y a comer de manera placentera y relajada, la pérdida de peso será como la batalla que muchos creen que es. Las dietas no funcionan, pero lo que sí funciona es permitirte tener placer al comer y explorar la en profundidad la psicología que mueve el acto de comer
Mediante la creación de una relación positiva con la comida y el cuerpo, en realidad apoyaremos nuestra psicología y biología en la generación de las condiciones ideales para alcanzar nuestro peso natural. Hacer dietas tiene que ver con el exterior, pero la Psicología de la Alimentación Echa una mirada profunda a quiénes somos en tanto seres que se alimentan en este planeta.